En uno de los rincones más vulnerables de General Alvear, una mujer decidió transformar su casa en un espacio de contención. Se trata de Gisela González, vecina del barrio San Miguel Arcángel y referente barrial, quien desde hace siete meses lleva adelante el merendero Nuestro Hogar, donde cada tarde se reparten meriendas para más de 40 niños.
“Hace seis años que vivo acá. Es una zona con muchas familias, muchos chicos… y también con mucha necesidad”, explica Gisela con la claridad de quien conoce cada rincón del barrio y sus urgencias. Su rol como referente vecinal no es meramente formal: es una tarea cotidiana y tangible que se concreta en acciones, no en discursos.
El merendero Nuestro Hogar nació como un sueño personal, pero tomó forma con el respaldo de la Dirección de Contingencias Sociales del Municipio, a cargo de Carlos Aguas. “El intendente Alejandro ‘Jany’ Molero me dio la oportunidad de poder tenerlo acá, en mi casa.”
Durante el receso invernal, Gisela no baja la intensidad: reparte la leche todos los días, embotellada, junto a una tortita, para que ningún niño se quede sin su merienda.
Los chicos llegan desde distintas zonas: del mismo barrio, de La Costa, de La Isla. “Y no se les puede decir que no, no se puede”, agrega, con la emoción apenas contenida.
El merendero funciona principalmente los fines de semana, aunque la tarea de Gisela no conoce de horarios ni de días fijos. A veces organiza los mesones al aire libre, cuando el clima lo permite; otras, los recibe dentro de su propia vivienda. En todo momento la acompaña un pequeño equipo familiar: una cuñada, una vecina, su entorno más cercano, que también asumió como propia la misión de alimentar, acompañar y sostener.
Gracias al apoyo de la Dirección de Contingencias Sociales, nunca falta lo esencial: leche, azúcar, chocolate y tortitas. Pero el motor principal es otro: la vocación. “Esto era un sueño que yo tenía desde hace mucho. Me encantaría, el día de mañana, poder dar también un plato de comida. Porque la necesidad es mucha. Muchísima”, enfatiza.
La historia de Gisela no es solo la historia de un merendero, sino la de una mujer que decidió hacer frente a la desigualdad desde el corazón de su barrio. Y en tiempos donde las urgencias crecen, su ejemplo alimenta algo más que cuerpos: alimenta esperanzas.